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¿Por qué es una buena idea escuchar música clásica?

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Una breve historia de la música “clásica”y algunas razones para escucharla

Primeramente quisiera comenzar este breve texto aclarando que quizás lo más interesante del mismo sean las preguntas planteadas en él y no las respuestas que se puedan intentar ya que el tema es amplio y permite una gran cantidad de enfoques pero para empezar quizás sea necesario reflexionar primero sobre el qué y el por qué de la música en general y luego en particular de lo que se ha llamado música clásica. Si bien la música como el resto de las artes en general no es vital para la supervivencia física, es incuestionable que es parte inseparable de la esencia humana y que ha acompañado al mismo en su evolución desde las épocas más tempranas, primero a través de la percusión corporal y con distintos instrumentos en su elemento más primario que es el ritmo, no debe olvidarse que finalmente más que el manejo de los sonidos la música es el dominio del tiempo (una buena interpretación puede hacer que un segundo se convierta en una eternidad), luego a través del canto que no es otra cosa que una manera distinta de hablar, muchas veces utilizada para decir cosas que no pueden ser dichas con la voz del habla cotidiana, la invocación a un dios, un conjuro, una manera de preparase para la espiritualidad, etc. Fueron los griegos los que primero determinaron que la música era capaz de producir o quizás mejor “exaltar” cualquier sentimiento en los hombres, es así que tenían muy definidas qué “escalas” o combinaciones de sonidos e incluso instrumentos eran mejores para expresar el sentimiento de piedad, festivo o de guerra por ejemplo.

Esto es rescatado y reeditado mucho después por los músicos del siglo XVII y XVIII, que en música llamamos los compositores del período barroco, y que llamaron a esto la teoría de los afectos y lo pusieron en práctica en su música, para ellos la música era capaz de producir todas las pasiones en el hombre. Pero es alrededor de esta época en la que ocurre algo único en la historia de la humanidad y que diferencia a la música de “occidente” a la del resto de las civilizaciones y es que la misma comienza a separarse cada vez más de sus funciones originales, religiosas, sociales o de culto y se eleva con potencia propia como una fuerza de expresión independiente e individual dando nacimiento a lo que ha sido casi imposible de definir con un término correcto y se ha denominado música clásica, música culta, música académica o música erudita, términos todos que resultan inadecuados o restrictivos por una u otra razón. También alrededor de esta misma época es que se dictan los principios básicos de la música tonal que vendrían a ser como las reglas del lenguaje musical que rigen incluso en la actualidad y por efecto del mundo globalizado en el que vivimos son tan vigentes en la Argentina, como en China, Rusia o cualquier geografía que se piense y también es transversal a todos los estilos musicales. Dicho en un ejemplo, el mismo lenguaje se halla en una sinfonía de Beethoven, una zamba de Atahualpa Yupanqui, una canción de los Beatles o un cantante pop de corea del sur. Quiere decir que en su esencia (lenguaje) la música clásica (por adoptar un término) está plenamente viva ya sea que haya sido compuesta hace cien, doscientos o trescientos años.

Esto ayuda a entender qué es y de dónde proviene la llamada música clásica pero no eso lo más interesante de esta historia, a continuación algunas de las muchas razones para escucharla. Una de las principales características de esta música es el hecho de que en su gran mayoría la misma se interpreta de manera acústica, es decir sin agregados de amplificación electrónica, lo que nos permite tener una conexión directa con la belleza del sonido natural. La música es sonido y el sonido es vibración, aire en movimiento, una forma de energía. Lo que hacemos a través de la música es tomar contacto con esa energía. En este sentido siempre me resultó muy interesante pensar en el trayecto de esta energía que comienza en el interior del intérprete y de allí se transmite por intermedio de su cuerpo hasta el instrumento musical, este pone el aire en movimiento y traslada esa energía hasta el oyente por medio de sus oídos que de esta manera reciben y conducen las vibraciones hasta el interior del mismo completando el círculo y conectando al intérprete con su audiencia.

Creo que en este punto reside gran parte de la fascinación que nos produce el hecho de disfrutar de la ejecución de música acústica en vivo, y que elijamos en general hacerlo de manera colectiva. Esta característica de la música clásica es la que hace que sus intérpretes dediquen gran parte de su tiempo desde el día cero a buscar producir el sonido más bello posible, y una vez que el oído se acostumbra a degustar estas sonoridades empieza a necesitarlas cada vez más.

Otro aspecto muy único de esta música es la capacidad que tiene de transmitir emociones complejas y muchas veces más de una emoción en una misma pieza lo cual convierte a cada obra en un pequeño universo que nos cuenta una historia, y aquí tenemos un punto interesante y es que no es lo mismo oír que escuchar. La música clásica puede ser disfrutada de muchas formas, podemos simplemente dejarnos inundar por la belleza de los sonidos y tener una experiencia sensorial con la misma, pero también hay otro tipo de audición, una audición más consciente que permite disfrutar de la música con otro nivel de profundidad, apreciando detalles que hacen a la complejidad propia de la misma, códigos, pequeños guiños que tiene el compositor con sus intérpretes y oyentes lo cual me lleva al último punto que quisiera abordar en este texto y este hace referencia justamente a los compositores. La música no se creó por sí sola, fue creada por personas reales de carne y hueso, personas con emociones.

En mi humilde opinión una de las primeras tareas de un intérprete debería ser aprender a amar el alma y estudiar la vida y la sensibilidad de los grandes compositores. Mozart y su amor por la vida, que lo llevo a escribir la música que mejor representa la felicidad. Beethoven quien en su afán de exaltar la bondad como valor superior y máxima moral y ética compuso mucha de la música más noble jamás escrita. Bach, que firmaba todas sus obras con la inscripción “Soli Deo Gloria”, sólo para la gloria de Dios, y que como un faro iluminó y guió a todos los compositores posteriores a través de la maestría de su música. Este es el viaje que se propone a todo aquel que se anime a dejarse conmover por esta música que está viva y más vigente que nunca a la espera de quien quiera escuchar.
Por Lic. Pablo Rocchietti

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